El Hatillo, 16 de diciembre de 2002
Ciudadano Leopoldo Castillo
Conductor del programa “Aló Ciudadano”
Globovisión, Caracas
Ciudadano Castillo:
Entre las múltiples desgracias de salir como un paria hacia el exilio, está la de tener que oír imprecisiones alegres y generalizadas sobre lo que supuestamente fue la Cuba de ayer y los cubanos de siempre. En ese sentido y desde muy niño, ya fuera de mi patria, he tenido que soportar la atroz infamia que aseguraba – entonces – que todas las cubanas eran prostitutas y Cuba, el prostíbulo del Caribe. Cuba se forjó una tal-vez-merecida fama por sus prostitutas y casas de prostitución. Existía en tiempos de Batista un funesto turismo sexual que atraía a los putañeros extranjeros a una isla que además de muchos atributos naturales, culturales, históricos y artísticos, ofrecía toda una gama de mujeres de vida alegre de las más variadas categorías, tal y como siempre se ha encontrado en las grandes capitales del mundo, porque La Habana – además – era hace 43 años, una de las grandes capitales del mundo.
Cuando el éxodo masivo cubano se hizo sentir por el globo terráqueo, nuestros padres y madres fueron mostrándole al mundo que había muchísimo más en el cubano que la etiqueta de la prostitución. Demostramos ser un pueblo productivo, honesto y tremendamente trabajador. Ayudamos a construir grandes empresas y a generar riquezas y fuentes de trabajo en aquellas naciones que nos abrieron sus corazones y nos brindaron hospitalidad, como fue el caso de Venezuela, donde nacerían mis cuatro hijos de un vientre, por cierto, cubano.
Criamos a nuestros hijos enseñándoles el amor por Venezuela pero cuidando siempre que se sintieran orgullosos de ser cubanos de sangre. Así se aprendieron – al mismo tiempo – el “Gloria Al Bravo Pueblo” y el “Himno de Bayamo”, cargados de sentimientos heroicos ambos, donde se enseña que la virtud y el honor de una nación son valores tan importantes como el de morir por la patria para alcanzar la vida eterna y heroica en la mente y en el corazón de los pueblos.
Tras la pesadilla que hoy le ha tocado vivir a Venezuela, y a todos aquellos cubano-venezolanos que como mi familia hicimos patria en esta bondadosa nación, se ha fomentado un nuevo calificativo despectivo, infame y carente de toda verdad, cual es la de que los cubanos fuimos unos cobardes que abandonamos la patria en manos del castro-comunismo sin haber hecho el patriótico esfuerzo de luchar por ella.
Lo peor de todo es que en oportunidades he oído tal aberrada afirmación de boca de quienes se dicen cubanos exiliados y – para mi profundo dolor – hoy, en su programa, dijo usted haber oído que la razón por la cual Castro logró apoderarse de Cuba es porque en nuestra patria no había venezolanos, queriendo con esto asegurar que hubiesen sido los valientes venezolanos quienes les hubieran salvado la patria a los cobardes cubanos.
Viniendo de un comunicador social como usted – supuestamente amigo del exilio cubano en Venezuela –, esto fue un puñal de acero que le ha clavado en los corazones a miles de mis compatriotas cubanos, en especial cuando fue dicho en horario estelar y en la versión especial de su prestigioso programa – “Aló Ciudadano” – el cual usted con tanto atino dirige y que se ha adueñado de la inmensa sintonía del televidente venezolano.
Las razones por las cuales Castro se adueñó de Cuba son muy extensas y variadas como para plasmarlas en esta carta ya de por sí larga, pero para sintetizar, le puedo decir que son muy similares a las razones por las cuales Chávez está en franco proceso de adueñarse de Venezuela, pero con un agravante que afortunadamente los venezolanos no tendrán en su contra: Castro se hizo apadrinar por la Unión Soviética.
Así como en el caso de Venezuela, que hoy nos ocupa, hay una inmensa dosis de culpabilidad tanto en los cubanos como en los venezolanos, por haber abonado el terreno de nuestras naciones para que emergieran caudillos totalitarios vociferando la promesa de la construcción de una patria justa, apelando a los más elementales derechos de nuestros ciudadanos, los cuales – sin duda – fueron criminalmente descuidados por las clases dirigentes de ambos países, como ha venido sucediendo y sucede hoy en prácticamente todos los países de nuestra América, desde México hasta la Patagonia. Tuvo mucho, muchísimo que ver también la corrupción de nuestros gobernantes y gobernados y el creer que a 90 millas de los Estados Unidos, o en el quinto productor de petróleo del mundo no podría instalarse el comunismo internacional.
Al igual que en Venezuela, terminamos construyendo un poder judicial al servicio de unos pocos y no al servicio de la justicia. El cubano de ayer, como el venezolano de hoy, creyó en cantos de sirenas y se enamoró de un populista que llevaba marcado en la frente – con evidente claridad – el sello de la traición, la mentira y el engaño. Ambos pueblos se negaron a guiarse por la razón para darle riendas suelta a la pasión colectiva, cual quinceañeras seducidas por mozos corridos en cuestiones de amoríos.
Pero en el hecho de asegurar vehemente y alegremente que fue la cobardía del cubano la razón por la cual Castro ha podido subyugar a su pueblo durante cuatro décadas hay un universo de equivocación. Cuando el cubano de ayer, como posiblemente suceda con el venezolano de hoy, se vino a dar cuenta de la traición, era ya demasiado tarde. Castro había socavado los cimientos de todos los pilares sobre los cuales se sustentaba la patria al tiempo que metódicamente destruía también la pujante economía cubana, la tercera en América para entonces. Redujo a piltrafa – intencionalmente – la industria azucarera cubana, que equivalía a la industria petrolera venezolana. Mientras enamoraba a su pueblo, trabajaba ardua y maquiavélicamente en su agenda perversa y criminalmente oculta. Poco a poco fue neutralizando todos los poderes constituidos, así como purgando su equipo de quienes él pudiera esperar una reacción de enfrentamiento, tal como sucedió con el Comandante Huber Matos, quien muy pronto alzó su voz de protesta para terminar encerrado inhumanamente durante dos atroces y martirizantes décadas.
Jamás mostró reparo en ordenar la destrucción psíquica o física de sus adversarios, aún antes de que se pronunciaran abiertamente en su contra, tal como sucedió con el Comandante Camilo Cienfuegos, quien terminó sepultado en las profundidades del Mar Caribe, entre otras cosas, por mostrar desacuerdo con la detención del Comandante Matos.
Al pasar los años, únicamente se quedó con su hermano Raúl y uno que otro colaborador histórico. Fue defenestrando uno a uno a sus partidarios originales para rodearse de una nueva generación de autómatas mediocres, levanta-dedos y sumisos, dispuestos a dejar que el nuevo padre de la patria hablara y pensara por ellos.
Redactaba varias versiones de una misma ley, tal como sucedió con la Ley de Reforma Agraria, una – la cual publicó – redactada por eminentes juristas cubanos dirigidos por el Dr. Humberto Sorí Marín (quien más tarde moriría en su pelotón de fusilamiento) y la otra, que al final implantó, obra de Guevara y sus secuaces comunistas más recalcitrantes, como el Dr. Oswaldo Dorticós, quien más tarde – como mucho de sus seguidores – se volaría la tapa de los sesos de un disparo.
Mientras el cubano trataba de entender qué verdaderamente sucedía en su patria, Castro organizaba los CDR o “comités de defensa de la revolución”. Mientras dentro de la isla se había convertido en un sanguinario asesino que masacraba a su pueblo en los paredones de fusilamiento, fuera de ella era la vedette mundial que había derrotado al imperialismo yankee en sus propias narices. Muchos gobiernos amigos y hermanos de América, incluso, le tendieron una mano. Cuando vinimos a ver, nos encontramos en un estado solitario de total y absoluta indefensión. Llegó el momento en el cual no quedaba otra opción que huir de aquel infierno. Para cuando el cubano se vino a dar perfecta cuenta de las intenciones traidoras y tiránicas del Máximo Líder, ya el confeso dictador habían implantado en Cuba un estado de terror, totalitario, autocrático y declaradamente comunista.
Claro está que aún no es el tiempo para que nuestros hermanos venezolanos entiendan y comprendan qué significa vivir en un estado de terror. No han comenzado los fusilamientos en los paredones, ni los juicios sumarios. No ha habido un solo niño que haya delatado a su padre venezolano ante las huestes de represión del gobierno. Todavía en Venezuela podemos asistir a misa sin que se nos señale de contrarrevolucionarios; podemos ver su programa (“Aló Ciudadano”) y el cubano que se sienta ofendido por algún desafortunado comentario que a usted se le escape en el aire, puede cambiar – todavía – a Venevisión, Televén, Radio Caracas, Vale TV… Venezolana de Televisión, o simplemente desconectarse por un rato revisando las opciones que – todavía – encontramos en el cable y si eso no nos complace – todavía – tenemos cualquier cantidad de estaciones de radio en las bandas de AM y FM, si es que no queremos sentarnos a leer un buen libro que trate de cualquier cosa, comprado – “por la libre” – en cualquier librería de la esquina.
Los negocios que se cierran en Venezuela lo hacen por cuestiones económicas, no porque se apropien de ellos las turbas “bolivarianas”, así que – todavía – el venezolano no sabe lo que significa ser “siquitrillado”. No se le puede pedir al venezolano que entienda qué se siente al encontrarse preso en su propio país, porque – todavía – puede dejarlo libremente y regresar a él cuantas veces quiera, con tal de poderlo hacer económicamente, claro. Se puede participar un viernes en una marcha de la oposición, tomar un avión para Aruba el sábado en la mañana y regresar el domingo en la noche para seguir marchando toda la semana si uno así lo desea.
El venezolano no entiende qué son los “actos de repudio”, por lo que de nada vale hacerles entender lo que se siente cuando cientos de vecinos (o individuos transportados de otras urbanizaciones o barrios) se paran frente a su casa a gritarle: “paredón, paredón, paredón…¡paredón!”. Es algo así como los cacerolazos que les hemos dado a los chavistas en los restaurantes del este de Caracas, pero mucho, muchísimo más peligrosos y atemorizantes, si tomamos en cuenta que esas turbas que Castro envía a las calles, tienen carácter de jurado y sentencian de acuerdo a las líneas previamente dictadas desde el escritorio del tirano.
Los abogados defensores de los venezolanos – todavía – defienden a sus clientes, por lo que no vale la pena hacerles entender que en Cuba los abogados que el Estado nos asigna para que nos defiendan en un juicio político (o de conciencia), se parecen más a un fiscal acusador que a un abogado defensor.
El venezolano, todavía, no sabe lo que es comprar por la libreta de racionamiento. Cada vez que hay un peligro de golpe se atiborra de chucherías – y mil otras cosas que jamás compraría en una situación normal – para pasar la fiesta, por lo que no podría entender lo que significa levantarse en la mañana para hacer una cola de cuatro horas bajo el sol caribeño (similar al sol de su patria chica, Maracaibo) para comprar un rollo de papel higiénico… o conseguir grasa de res en el mercado negro a fin de mezclarlo con hidróxido de sodio para hacer un jabón que quema la piel. No sabe lo que es echarse limón y bicarbonato en las axilas en vez de desodorante, y en el país del azúcar, sentirse con suerte si puede llevar a la casa media libra mensual por familia.
El venezolano cuando cuela un café, bota la borra… por lo que de nada sirve contarle que en Cuba, la borra del café ya mezclado con chícharo tostado, se usa una y otra vez hasta que lo que salga de allí sea un líquido amarillo claro y sin sabor alguno.
Todavía el gobierno de esta noble patria, Venezuela, no ha mandado a un solo muchacho venezolano a morir en Angola, Mozambique, Etiopía, Yemen, Zimbabwe, el Congo Belga, Afganistán, Vietnam, Camboya, Bolivia, Colombia, El Salvador... Nicaragua o Grenada, en lo que en Cuba se llaman “misiones internacionalistas”. Tampoco sabe lo que es dedicarle los fines de semanas a cortar caña sin derecho a ser remunerado, en obediencia al artículo 45 de la constitución cubana el cual reza: “Se reconoce el trabajo voluntario, NO REMUNERADO, realizado en beneficio de toda la sociedad, en las actividades industriales, agrícolas, técnicas, artísticas y de servicio, como formador de la conciencia comunista de nuestro pueblo...”
Un venezolano no se puede imaginar ni por un momento que en su propia patria se le vaya a prohibir la entrada a un hotel por el simple hecho de ser venezolano, como es el caso de Cuba, donde los esbirros de Castro no permiten que los cubanos entren en aquellos hoteles que están destinados únicamente para los turistas extranjeros.
El pueblo de Venezuela tiene – todavía – esperanzas en organismos internacionales como la O.E.A., por lo que de nada vale explicarle que Cuba fue expulsada de ese club hace 35 años y eso a Castro ni le quitó el sueño de una siesta.
Todavía los venezolanos creen que los americanos van a sacarles las castañas del fuego, cuando la cosa se ponga fea…; ellos no vivieron la traición de Playa Girón, donde nuestros muchachos de la Brigada 2506 que lograron llegar a tierra – unos 1350 brigadistas – fueron total y absolutamente abandonados en las playas con lo que llevaban consigo, tras haber sido entrenados, apertrechados y transportados por el gobierno norteamericano a la Cuba que ellos iban a liberar de las garras totalitarias del comunismo internacional.
El venezolano no sabe que el combate en Girón no cesó durante un solo minuto de las sesenta y ocho horas que duró y que ante el abandono de los socios del norte, prefirieron seguir luchando hasta la última bala antes que rendirse. Tal vez jamás se enteraron que los barcos de la marina americana se veían a simple vista alineados en posición de combate frente a las costas cubanas cuando en realidad no se encontraban en posición de combate, sino de observación. No les han dicho a los venezolanos – ni a usted, Lic. Castillo – que había incluso un porta-aviones, “El Essex”, que a las pocas horas de la batalla, comenzó a alejarse junto a los demás buques de guerra que se suponían brindarían el soporte mar-tierra y aire-tierra que requiere toda invasión tradicional (tal y como se había acordado), abandonando a nuestros muchachos que nos venían a liberar a la suerte, viéndose obligados a depender exclusivamente de los pertrechos, el agua y la comida que llevaban con ellos.
Ningún venezolano jamás vio erguirse en las playas de Girón y en medio de la metralla al líder cubano de aquella gesta heroica, Manuel Artime, ni lo oyó sentenciar al tiempo que miraba hacia los barcos amigos girar a casa: “En las estelas de esos barcos van doscientos años de infamia...”
Todavía es muy temprano para hablarle al venezolano de lo que significa vivir en un país sin ley donde la constitución se invoca pero se viola al son de la conveniencia del tirano… aunque ya están comenzando a entrar en materia en este campo.
El venezolano no sabe lo que es vivir en un país sin periódicos, sin radios y sin televisión que no sean los que controla el Estado, como es el caso de Cuba. Para él es muy fácil saber el itinerario de una marcha, porque se anuncia en todos los medios de comunicación de la oposición. Cuando se queden sin medios, entonces podrán comenzar a entender un poco nuestro drama. El venezolano no sabe lo que es vivir sin un Leopoldo Castillo, sin un José Domingo Blanco, o una Martha Colomina, un Kiko Bautista… o un Nelson Bocaranda Sardi. Los cubanos tienen que depender de Radio Martí o La Voz de Las Américas y oír las noticias que hablan de libertad y esperanza en un radio transmisor con baterías recargadas con orine y mantenidas en los congeladores… y hacerlo bajito para que el vecino no los oiga y los delate ante el director del CDR más cercano.
Las mujeres venezolanas no tienen por qué temer cuando les llevan gallinas y maíz para llamarles cobardes a los infelices soldados sacados de los estratos más humildes de la población, porque éstos no fueron entrenados para calar sus bayonetas y atravesarlas con ellas. De nada vale asegurarles que una maroma similar en Cuba es simplemente impensable y que con tan solo planearlo y ser descubiertas, comenzarían a purgar treinta años en un fortín heredado de la colonia española.
Los venezolanos están acostumbrados a vivir en un país en donde las noticias de las masacres producidas en una marcha o en una plaza les dan la vuelta al mundo y de ellas se hablan una y mil veces, sin embargo, no podrían imaginarse vivir en un país donde los esbirros del gobierno arremeten en altamar contra un remolcador – como el “13 de Marzo” – repletos de hombres, mujeres, ancianos y niños… que pretendían llegar a tierras de libertad, tal y como sucedió el fatídico 13 de junio de 1994, sin que la prensa mundial ni los famosos organismos que velan por los derechos humanos movieran un dedo para elevar su grito de protesta.
El venezolano entiende al Centro Carter como un organismo que llega a Venezuela a supervisar sus elecciones libres y soberanas, mientras que el cubano ve a sus miembros hacer turismo en la isla y pasear en autobuses de lujo frente a sus cárceles repletas de presos de conciencia.
Al venezolano no se le puede meter miedo con el paredón, porque – como ya he dicho – ellos no saben de eso. Posiblemente jamás hayan oído hablar de cómo en la Cuba de Castro se les llegó a extraer a los condenados a muerte hasta la última sangre del cuerpo antes de ser fusilados, cuando se encontraban amarrados al poste del cadalso, para ser almacenada y empleada en los soldados mercenarios que Castro enviaba a guerras y escaramuzas internacionales que nada tenían que ver con los intereses del pueblo cubano. Nunca un venezolano tuvo que oír a sus muchachos gritar “¡Viva Cristo Rey!” antes de recibir la descarga del pelotón de fusilamiento.
Ellos no entienden cómo muchos presos cubanos pueden quedar inválidos en las cárceles cubanas, porque en las cárceles infrahumanas venezolanas, los familiares de los presos tienen la libertad de llevarles buena comida y medicina, además de visitarlos dos veces – o más – por semana. No se imaginan que en Cuba un preso puede pasar años sin ver a su familia y que muchos de nuestros presos políticos, los llamados “plantados”, llevan décadas en calzoncillos por negarse a usar el uniforme de preso común, sufriendo la inclemencia del duro invierno cubano, soportando los bayonetazos que les propinan los guardias, como respuestas a la exigencia a un trato más digno.
Para el venezolano es difícil aceptar que el General Acosta Carles maltrate a sus mujeres con quirúrgicas llaves de judo, porque seguramente no ha visto cómo la poetisa disidente cubana, María Elena Cruz Varela, fue arrastrada por los pelos por una turba castrista enviada por Fidel y sacada de su casa – escalera abajo –, ultrajada hasta lo indecible y luego de romperle la boca a punta de patadas y palos, le hicieron comer sus poesías delante de su hijita más pequeña y las cámaras de televisión sin que pasara nada ni la OEA le extendiera una medida cautelar para que fuese respetada por el régimen de su país. Al cubano – en su sano juicio – jamás se le ocurriría eso de irse a Washington para que la OEA le otorgue una medida cautelar. Para empezar, no puede salir de Cuba para llegar a Washington y de llegar allá, probablemente se quedaría de una buena vez.
Si un venezolano pudiese leer el manifiesto que Marta Beatriz Roque y sus tres compañeros redactaron e hicieron publicar fuera de Cuba – “La Patria es de Todos” – le costaría mucho pensar que por tan ingenuo documento en donde se delata – entre otras cosas – la corrupción que abunda en la revolución, estos cubanos hayan tenido que sufrir años de prisión y torturas, salvándose del paredón gracias a las protestas de personajes internacionales como Nelson Mandela, el líder del Partido de los Trabajadores del Brasil: Marcos Rolím… y hasta Hebe de Bonafini, presidenta de las “Madres de la Plaza de Mayo” en Argentina.
Tal vez suene duro, pero los venezolanos – todavía – no sabrían evaluar la valentía del pueblo cubano porque, entre otras cosas, no conocen a sus mártires contemporáneos. Pudiera llegar el momento – Dios no lo permita – en que muchos, los que puedan, tengan que tocar las puertas de otros países hermanos y bondadosos, tal y como millones de cubanos nos vimos obligados a hacer para huir de una pesadilla que tras cuatro décadas aún no ha tenido fin, para criar a nuestros hijos en tierras libres, donde poder orar en nuestras iglesias sin temor a ser repudiados o encarcelados. Sería muy triste que si eso llegase a suceder, al pasar cuatro décadas, salga un periodista por ahí, en donde quiera que un venezolano se encuentre, y diga que en Venezuela los venezolanos, en vez de conquistar la libertad con el filo del machete, marchaban con cacerolas, pitos y pancartas… al son de la zamba y jugando futbolito, razón por la cual era lo más lógico que Chávez se apoderara de la tierra de Bolívar.
Quizás muchos venezolanos no sepan o se hayan olvidado ya, que muchos de nosotros organizamos y dirigimos parte de la lucha contra las guerrillas comunistas que intentaron adueñarse de Venezuela en los años sesenta.
Nuestro pueblo cubano es heroico y lo ha sido siempre… aún hoy lo es. María Grajales, madre de nuestro padre, el General Antonio Maceo y Grajales – “El Titán de Bronce”, quien dio su vida por la libertad de Cuba, y en el campo de batalla – tras perder a todos sus hijos en las guerras por la independencia, le dijo al único que le quedaba: “… y tú, empínate y apúrate en crecer para que des también la vida por Cuba”.
Amigo Leopoldo, le ruego reflexión antes de rebotar comentarios que pudieran herir el alma de un pueblo que por demás lo admira, le debe mucho y lo cuenta entre sus filas para morir juntos en la misma trinchera, de llegar el momento. No irrespete, por favor, la imagen de nuestros héroes, aquellos que lo han dado todo por la Cuba de hoy y de siempre. No irrespete el honor de tantas mujeres cubanas que han dado muestras de verdadero heroísmo ante la ignominia castrista.
Mientras los padres y madres venezolanas arrullaban a sus hijos con hermosas canciones de cuna, mi esposa y yo lo hacíamos con poesías sacadas de los campos de batallas de nuestra Cuba contemporánea como esta que a continuación le regalo de nuestro fallecido líder Manuel Artime, la cual trata de un niño cubano que dio su vida en la Batalla de Playa Larga (Bahía de Cochinos) – hace unos días – el 17 de abril de 1961:
FELIPITO RONDÓN
“Batallón 2, señor, de Infantería”,
me dijiste orgulloso, Felipito Rondón,
cuando a qué batallón pertenecías,
te pregunté, después de una inspección.
Mirabas tu cañón sin retroceso
con tu rostro infantil tan arrobado,
que me luciste un chico muy travieso
que estuviese jugando a ser soldado.
Después vino lo heroico, en Playa Larga.
Tu batallón, derroche de bravura,
hizo que la sonrisa roja fuese amarga
cuando la Patria se creció en altura.
Después, vino aquel tanque, el tanque ruso
que perforó las líneas avanzadas.
Aquel Goliat de acero que se expuso
a retar el valor de la Brigada.
Y tú, David del mundo de Occidente,
te plantaste ante él, altivo, entero,
con tu cañón que era insuficiente
para parar aquel monstruo de acero.
Fue breve. No falló tu puntería.
La explosión te lanzó al suelo inconsciente.
Y aquella bestia herida, en agonía,
pasó sobre tu cuerpo adolescente.
Y te imagino altivo, sonriente
ante ese Dios que tanto tú querías,
seguro, Felipito, le dirías
cuadrándote ante Él militarmente:
“Batallón 2, Señor, de Infantería”.
Amigo Castillo, cuando usted vaya a hacer algún comentario sobre la valentía del pueblo cubano, le ruego – y me disculpa – que se tome el debido tiempo para recordar nuestra historia cargada de sufrimiento y coraje.
Con todo mi respeto para usted y su pueblo,
Robert Alonsohttp://www.mrr.name/ http://twitter.com/RobAlonso
XXXXXXXXEL MANIFIESTO
XXXXXXDE LA NUEVA LUCHA
XXXXX(“MANIFIESTO DE LA LIBERACIÓN”)
I. EL ÚNICO OBJETIVO
El único objetivo de esta nueva lucha es erradicar de suelo patrio a los regímenes que nos han mancillado la libertad y los más elementales derechos consagrados a la humanidad.
II. EL CAMINO HACIA ESE ÚNICO OBJETIVO
Unir a nuestra sociedad civil en torno a una nueva lucha: la resistencia no-violenta cuyo fin será la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida; la cual, a su vez, busca provocar la insurrección (implosión) militar necesaria para deponer al enemigo apátrida del poder.
III. AL FINALIZAR LA LUCHA
Al finalizar la lucha para defenestrar a los regímenes deslegitimados y traidores, se instalaría en nuestros países un gobierno cívico-militar que pondría orden en la sociedad, haría justicia y sentaría las bases para la redacción de una nueva constitución con la participación de todos las fuerzas vivas democráticas existentes.
IV. CARACTERÍSTICAS DEL ENEMIGO
Debemos comenzar por conocer y entender al enemigo como un ente apátrida y traidor que no conoce fronteras, que desconoce la piedad y que empleará todos los medios disponibles para justificar su único fin: mantenerse firme y eternamente en el poder, en pro de su beneficio personal y el de unos pocos.
Para el enemigo es mantenerse en el poder o morir. No hay otra. Estamos hablando de una muerte física, ya no política. Hugo Chávez, por ejemplo, está consciente de que el día en que él pierda el poder, perderá la vida física porque no podrá mantener la seguridad que hoy le ofrece su régimen. Para el enemigo es seguir “comiendo gallina”, so pena de “morir arponeado”.
Ante tal contrincante no hay tregua. No hay posibilidades de entendimiento... de diálogo ni de esperanzas de eliminarlo por medio de la vía electoral. A un enemigo así hay que sacarlo con fuego: el fuego de la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida que desemboque, irremediablemente, en una insurrección militar.
V. CON QUÉ CUENTA EL TIRANO
El tirano tiene dos grandes recursos: dinero y armamento militar, precisamente con lo que no cuenta la sociedad civil. Para nosotros, el enemigo es invencible en el campo militar, en el campo de la violencia. La violencia le es de su absoluto monopolio, su mayor aliado, de ahí la necesidad de luchar en un plano diferente, donde él no cuente con recurso alguno.
El enemigo, además, tiene el apoyo incondicional de la llamada “comunidad internacional”, porque allá afuera se es alérgico a los cambios radicales que pudieran poner en peligro a sus propios intereses. Por ejemplo, una desestabilización sostenida del régimen actual en Venezuela, desestabilizaría el mercado energético a nivel mundial, lo que traería un instantáneo dolor de cabeza en los ámbitos políticos y económicos en los países industrializados del llamado “Primer Mundo”.
Para eliminar ese apoyo incondicional del cual hoy son acreedores estos regímenes, debemos afectar – sostenidamente – los intereses internacionales y para eso, la mejor manera es “embasurando” al país oprimido mediante una paralización total, absoluta y sostenida... a través de la sublevación cívica no violenta. Un verdadero, efectivo y sostenido PARO GENERAL.
Una vez que la “comunidad internacional” entienda que el desbarajuste se mantendrá indefinidamente en el país convulsionado mientras las existentes autoridades estén frente al poder y que la sociedad civil de ese país no tiene la más mínima intención de amainar la resistencia, otro gallo le comenzará a cantar al régimen y esa “comunidad internacional” cambiará inmediatamente de bando, colocándose del lado de la inminentemente nueva opción de poder, es decir: del lado del pueblo sublevado.
VI. CON QUÉ NO CUENTA EL TIRANO
El enemigo no cuenta con el apoyo incondicional de la inmensa mayoría del pueblo, así parezca lo contrario en regímenes en los cuales se ha implantado el terror como un método de “seguridad ciudadana” y existe una doble moral, donde cada quien lleva puesta una careta. Una vez que ese pueblo mayoritario explote de manera generalizada y sostenida, no habrá forma de controlarlo. Los tiranos lo saben y le temen a las sublevaciones.
Precisamente, la carencia del enemigo es nuestra mayor herramienta. Nosotros contamos con ese pueblo mayoritario: ¡nuestro gran ejército! Es a ese pueblo a quien debemos comprometer en la lucha de resistencia no-violenta.
Si bien el enemigo cuenta, por ahora, con el apoyo internacional, ese apoyo es efímero y se disolverá de inmediato al entender - la “comunidad internacional” - que el pueblo está decidido a cambiar de autoridades y a defenestrar a la tiranía.
Será la “comunidad internacional”, entonces, un valioso aliado que hará su parte para presionar al tirano a que abandone el poder para buscar con ello la estabilidad regional y, en casos como Venezuela: la estabilidad energética mundial.
Pero no nos engañemos. El régimen puede perder absolutamente todo el apoyo del pueblo, que si éste no se subleva es como si ese apoyo no lo hubiera perdido. La historia está llena de ejemplos de países subyugados por odiosas tiranías y las mismas se mantuvieron por décadas en el poder a través del terror, porque sus pueblos jamás fueron inducidos a la sublevación y equivocaron sus métodos de lucha... hasta un día.
VII. CUÁL ES NUESTRO RETO INMEDIATO
Nuestro reto inmediato debe de ser cohesionar a la sociedad civil en un ente compacto y dispuesto a seguir las instrucciones dentro de una estrategia YA PROBADA de lucha, que obedece a la modalidad de la resistencia no-violenta.
Debemos comprometer a ese pueblo opositor a que se una a la resistencia de una manera activa, participativa y decidida.
El primer paso es el de educar a la sociedad civil a sublevarse de manera activa, generalizada y sostenida, donde se logre el ÚNICO OBJETIVO de derrocar la tiranía con el menor trauma posible. Cada gota de sangre de nuestros hermanos es parte del tesoro nacional. Debemos preservar cada gota de nuestra sangre para la reconstrucción del país.
No es fácil educar a todo pueblo, sin embargo, nuestras instrucciones son sencillas, como veremos más adelante. El enemigo puede enterarse de esta estrategia sin mayores peligros para la sociedad civil, ya que las tiranías no cuentan con los recursos para combatirla. Además, los regímenes totalitarios, a estas alturas, conocen muy bien qué les viene encima cuando un pueblo se une en torno a la resistencia no-violenta.
Los regímenes harán todo lo posible – e imposible – para evitar que un movimiento de resistencia no-violenta tome fuerza, pero cuando vean que el intento es fallido y la sociedad está decidida a organizarse en un solo bloque, comenzarán a “pedir cacao”... a intentar diálogos de “entendimiento”. Al final empezarán a derrumbarse y a perder afectos dentro de sus cuadros internos, tanto políticos como militares. Esa es la experiencia histórica que los tiranos todos conocen y toman muy en cuenta. Hemos oído, por ejemplo, por la boca del propio Hugo Chávez, el daño que las estrategias de resistencia no-violenta les han causado a grandes tiranos de la historia contemporánea y así lo ha relatado en cadena, asombrosamente y a modo de queja, el tirano venezolano.
VIII. TOMEMOS LA OFENSIVA
Hasta ahora los regímenes totalitarios han sido exitosos en tomar y mantener la ofensiva. Por ejemplo, Chávez planifica todas las semanas la agenda de la oposición venezolana en su espacio mediático (radio y televisión) “Aló Presidente”, al anunciar una “bomba” cada domingo. Eso genera una reacción DEFENSIVA de la oposición y así la entretiene durante siete días, hasta el próximo programa... o nuevo escándalo.
Es necesario que los medios de comunicación reseñen las noticias que genera el “oficialismo” de manera casual, pero que nuestros comunicadores no se hagan eco de ellas. Al contrario, pongamos al régimen a comentar las nuestras.
IX. RETÉMOSLE E IGNORÉMOSLE
La verdadera resistencia es un constante retar al régimen. No debe pasar un día en el cual no lo retemos.
La sociedad civil puede organizar eventos - a modo de “tareas” – que reten al régimen. Estos eventos deben de ser ingenuos y absolutamente legales. Por ejemplo, se puede organizar una jornada de varias horas donde todo el pueblo opositor salga al frente de sus respectivas viviendas y, sin obstaculizar el tránsito, rezar el rosario. Todo un pueblo unido rezando el rosario... MOSTRANDO SU RECHAZO AL RÉGIMEN.
Otra “tarea” para retar al régimen podría ser ponerse todos de acuerdo e ir a visitar a un connotado preso político. En ninguno de estos casos habrá necesidad de solicitar permiso para manifestar. No se trata de una marcha organizada.
Claro está que ese reto establecerá un dinamismo que se irá evaluando sobre la marcha, porque no sabemos cuál será la exacta reacción del régimen ni podemos calcular su nivel o intensidad en el campo de la represión.
Al mismo tiempo en que retamos al régimen, lo ignoramos. Debemos pretender que no existe. De hecho: ¡no existe! En Venezuela se levanta el edificio donde una vez funcionó el Congreso Nacional, pero quienes se reúnen hoy en su inmueble, que ahora mientan “asamblea” (como en Cuba), no tienen legitimidad. No los podemos re-legitimar tomándolos en cuenta para nada. Son fantasmas. Uno no se sienta a hablar con fantasmas a menos que se trate de una sesión espiritista. Tomar en cuenta al régimen y a sus acólitos es hacerles el juego y caer en el campo donde ellos se sienten a sus anchas.
No debemos pedirles absolutamente nada a las entidades del régimen. No hay que introducir nada ante la Fiscalía General ni acudir al Tribunal Supremo de Justicia para nada. Esos organismos, al igual que el Congreso, son cascos vacíos usurpados por fantasmas temporales. Por supuesto que no acudiremos a municipio alguno para solicitar permiso para marchar por el territorio nacional.
Sentarse en la mesa de negociaciones con los fantasmas... pretender que modifiquen sus dictámenes, votar en elecciones en contra de ellos (aunque en ocasiones nos dejen “ganar”, como el gato deja que el ratón “se escape” antes de matarlo y comérselo), es perder el tiempo, legitimarlos y retrasar nuestra lucha de resistencia, porque la distorsionamos. En la resistencia se resiste, no se dialoga ni se participa... ¡tampoco se vota! Retamos e ignoramos al régimen día-a-día.
En una lucha de resistencia no acudimos a las citaciones que nos hacen los fiscales ni los tribunales fantasmas. Tampoco pedimos la libertad de nuestros presos. No hablamos con fantasmas.
Esto, como es lógico, supone un gran sacrificio, pero ¿qué lucha no es sacrificada? Es eso, o perderlo todo, incluyendo nuestra dignidad como pueblo. De todas maneras, si no resistimos adecuadamente, terminaremos perdiéndolo todo: ¡la Patria incluida!
X. EL DÍA D
Toda esta lucha de resistencia no-violenta tiene como finalidad llevar al país nacional al “Día D”. El día en que la sociedad civil se sublevará de manera activa, generalizada y sostenida en contra de aquellos regímenes tiránicos. Se habrán acabado las tareas ingenuas y habrá llegado el momento de la verdad.
SUBLEVACIÓN ACTIVA – Porque cada quien participará activamente en la sublevación.
SUBLEVACIÓN GENERALIZADA – Porque tenemos que sublevarnos a lo largo y ancho del país. En cada urbanización o barrio. En cada ciudad, en cada pueblo: ¡EN CADA CALLE! Esa sublevación generalizada debe de ser al unísono, es decir: todos a la vez y en todas partes.
SUBLEVACIÓN SOSTENIDA – Porque tenemos que mantener la sublevación hasta lograr el único objetivo: sacar del poder al tirano y a sus acólitos.
Hay muchas maneras de sublevaciones cívicas. Las hay violentas y no violentas. Por ejemplo, la sublevación que Hugo Chávez convocó, sin éxito, apenas salió de prisión en marzo de 1994, desde el programa de televisión de José Vicente Rangel, fue una sublevación violenta, al estilo del “Mayo Francés” (de 1968).
Ver el siguiente video:
http://www.mrr.name/VIDEO10.htm
La sublevación que nuestro movimiento de resistencia sugiere es no-violenta, al estilo de Serbia, de Filipinas y de muchas otras no-violentas que han dado resultados positivos e incruentos.
Las sublevaciones de Francia, Serbia y Filipinas cumplieron con sus respectivos objetivos, sin embargo, nosotros preferimos la estrategia de la no-violencia por ser la más factible de realizar, la más efectiva, la menos traumática… y la más segura.
La histórica sublevación violenta del “Mayo Francés” fue contra el gobierno democrático del General Charles De Gaulle.
Las no-violentas mencionadas arriba, fueron en contra de dos sanguinarios y genocidas tiranos: Ferdinand Marcos (en Filipinas) y Slodoban Milosevic (en Serbia).
La sublevación en sí es una vía. Es la última “batalla” antes de lograr los objetivos planteados. En el caso de sacar del poder a un tirano, la sublevación cívica debe culminar con la IMPLOSIÓN (o insurrección) militar. Para entonces ya las condiciones estarán lo suficientemente “maduras” como para evitar escenarios de mayores violencias entre militares.
Dentro de esa sublevación no-violenta está la modalidad de “La Guarimba”, la cual hemos venido promoviendo en Venezuela durante muchos años y, en cierto modo, se aplicó entre los días 27 de febrero y 5 de marzo de 2004 con un éxito total, a pesar de no haberse llevado a cabo debidamente porque muchos no observaron las tres reglas doradas (e inviolables) de “La Guarimba”.
“La Guarimba” en Venezuela pudo haber depuesto al régimen en una semana, de no haber sido por la traición de un sector de los líderes “opositores” que pactaron con Hugo Chávez cuando la verdadera oposición popular iba ganando. Uno no se sienta a dialogar cuando tiene a la vista la victoria. La rendición del enemigo debe ser INCONDICIONAL.
XI. NUESTRO MAYOR RETO
El mayor reto de toda sociedad civil que pretenda lograr su libertad a través de la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida es de carácter comunicacional. Es imperativo enseñarle a todo un pueblo la manera más expedita, correcta y SEGURA de sublevarse sin exacerbar la violencia.
Ojo: No hay que confundir pacifismo con no-violencia. El pacifismo es una forma de vida. La no-violencia es una estrategia de lucha. El 99.99% del pueblo sublevado debe evitar la violencia por razones tácticas más que por convicción moral. La violencia funciona a favor del régimen. Transmitir por TV escenas de muertos en las calles podría desmantelar la sublevación cívica tan pronto como ésta arranca. Es por eso tremendamente importante NO DESPLAZARSE más allá del frente de nuestras viviendas (de nuestras “guarimbas”). De hecho, no es necesario estar en las calles durante “La Guarimba”. Solo necesitamos asegurarnos que nuestras barricadas, frente a nuestras viviendas, estén trancando la vía. Sólo saldremos de nuestras casas para repotenciar aquellas barricadas que ameriten ser repotenciadas.
Decíamos que nuestro mayor reto es, sin duda alguna, de carácter comunicacional. El pueblo debe saber cuál es la manera exacta de aplicar “La Guarimba” dentro de una sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida.
Habremos logrado vencer la barrera de esa dificultad comunicacional mediante la creación de “CELULAS DE RESISTENCIA”.
En biología, la célula es la unidad esencial que forma a todo ser vivo. Es además la estructura anatómica y funcional fundamental de la materia viva, capaz de vivir independientemente como entidad unicelular, o bien, formar parte de una organización mayor, como un organismo pluricelular. Nada hace el régimen con desmantelar UNA célula de resistencia, porque ella forma parte de un todo organismo pluricelular que está representado por millones de ciudadanos quienes no se conocen entre sí. Cada “célula de resistencia” consta de cinco “núcleos” o individuos. Cada individuo solamente conoce y se comunica con otros cinco. En otras palabras: es MATERIALMENTE IMPOSIBLE desmantelar un sistema u organismo pluricelular.
Estas células de resistencia servirán para divulgar la manera correcta y segura de sublevarnos, además: conformarán la más perfecta red de comunicación del sistema pluricelular de resistencia. A través de las células de resistencia nos iremos comunicando como hacen los africanos en la selva con sus tambores. En cuestión de horas podremos comunicar una información a millones de ciudadanos… y si se nos caen los medios de comunicación, como la telefonía o la red de la Internet, podremos comunicarnos boca-a boca, cara-a-cara, porque un individuo, dentro de esa compleja red pluricelular, solamente tiene la responsabilidad de contactar a los miembros de la célula de resistencia que él o ella creó, es decir: A CINCO PERSONAS, no más.
Cada uno de nosotros debe convertirse en “PRECURSOR DE LA LIBERTAD” creando nuestra propia célula de resistencia, es decir, invitando a nuestra casa a CINCO personas. No serán SEIS o más… ni serán CUATRO o menos: SERÁN CINCO PERSONAS NADA MÁS. Necesitamos mantener cada célula lo más manejable posible y si consta de muchos “núcleos” (individuos), se nos hará más difícil contactar a cada uno de ellos en el momento crítico. Recuerden: CINCO PERSONAS NADA MÁS.
Una vez en la reunión, leeremos este manifiesto. Cada invitado se alternará en la lectura de cada párrafo, así se mantendrán atentos y nos aseguraremos de que cada quien haya entendido su contenido.
Leyendo este manifiesto aprenderán la manera más adecuada y segura de implementar “La Guarimba”, es decir:
* Trancando los metros cuadrados de
calle que están FRENTE a nuestras viviendas…
* No desplazándonos más allá del frente
de nuestras viviendas…
* No confrontando con el enemigo…
Así de sencillo Y DE SEGURO es el asunto para el 99.9% de la población sublevada. Habrá “otros” que harán “otras cosas” pero “esas cosas” no las sabrá el régimen hasta que llegue el momento, razón por la cual es IMPERATIVO que el 99.9% de la población NO SE DESPLACE, pues podría ser muy perjudicial para aquel que decida hacerlo.
Sin embargo, habrá que explicar un poco más porque la mayoría de los seres humanos gusta de ponerse barreras. Siempre habrá aquel que pregunte: ¿y qué ganamos trancando las calles? Siempre habrá alguien que tiene un “plan” mejor. Jamás se han enfrentado a una tiranía castro-estalinista, pero pretenden tener la “solución” al trauma colectivo. Al final, son esos los primeros que no participan de una manera o de otra.
La sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida ha sido ampliamente probada en otros países. Habrá quien diga: “sí… eso habrá sido en Serbia, pero aquí no somos serbios”. En fin. Siempre habrá quien guste de ponerse barreras. Dejemos que sea el enemigo quien nos ponga las barreras, no seamos nosotros mismos quienes nos auto-limitemos.
XII. SU FUNCIÓN CÍVICA Y ACTIVA
Es importante, pues, explicar – entre otras cosas – cuál es la función cívica y activa de “La Guarimba”, como una modalidad de sublevación.
La única función cívica y activa de “La Guarimba” es la de paralizar al país de una manera generalizada y sostenida, logrando un VERDADERO PARO GENERAL: ¡un verdadero paro general!
Eso solo es suficiente como para defenestrar al más obstinado tirano, sobre todo, porque al pasar los días se tiene que buscar una solución y al no haber otra que cambiar los factores de poder, lo único que quedaría sería la insurrección militar presionada internamente por millones de ciudadanos sublevados y externamente por la llamada “comunidad internacional”. Así ha funcionado siempre. El régimen perderá el apoyo interno, el de sus militares, acólitos y/o policías. Así las cosas, la única vía factible sería el abandono del poder.
Eso le sucedió a Milosevic… a Marcos, a Batista, a Aristide, a Fujimori, a Pérez Jiménez, a Ceaucescu en Rumania y a Erich Honecker en la Alemania Oriental, entre muchos otros tiranos que fueron depuestos tras una presión popular de mayor o menor grado de violencia.
“La Guarimba” es una de tantas maneras de provocar esa necesaria presión interna y externa para que los tiranos abandonen el poder. Es, además, la manera más segura y expedita, si la hacemos correctamente.
La mayor parte del pueblo solamente tiene que comprometerse a trancar el pedacito de calle que está frente a su casa, a no alejarse más allá del frente de su vivienda y a no confrontar con el enemigo. Quedarse dentro de su hogar (de su refugio o “guarimba”) es lo mejor… de ahí el nombre de esta estrategia ya que “guarimba” significa, en uno de los dialectos caribes: refugio. En esta estrategia de “LA GUARIMBA”, el elemento más importante es el refugio de los participantes, la “guarimba” de los participantes. Es entendible el por qué no debemos desplazarnos más allá del frente de nuestras “guarimbas”, de nuestros “refugios”. Al menor indicio de peligro, nos retiramos “estratégicamente” a la seguridad de nuestras “guarimbas”, de nuestros “refugios”: de nuestras viviendas.
XIII. LOS “PEONES CIRCUNSTANCIALES”
Todo régimen sobrevive con la necesaria ayuda de los “peones circunstanciales”. Estos son aquellos que conforman, por motivos circunstanciales, las fuerzas armadas y los organismos policíacos de represión o prevención. Estos “peones” (soldados y policías) cambian de bando con las circunstancias. Al cambiar el gobierno, cambian de bando.
Debemos captar a los “peones circunstanciales” del régimen para que nos ayuden a modificarle, para bien, el destino al país. Además, los “peones circunstanciales” podrían salvar cientos de vidas de nuestros aliados al momento de una sublevación.
Es muy fácil hablar con “ellos”… con los “peones circunstanciales”. Muchos de los “núcleos” de las células de resistencia conocen a un “peón”… o son familia de uno de ellos. Hay que pedirles que llegado el momento, disparen por encima de nuestras cabezas, con todo lo que eso significa. A esos “peones” hay que irlos ablandando. Todos ellos tienen familia y muchos familiares de los “peones”, están del lado de la patria, no del régimen y formarán parte de nuestras células de resistencia.
XIV. LAS “CONDICIONES OBJETIVAS”
La situación momentánea de un determinado país es evaluada por las condiciones subjetivas y/u objetivas. Ambas condiciones son tremendamente cambiantes... dinámicas.
CONDICIONES SUBJETIVAS – Son aquellas condiciones que CREEMOS existentes en un determinado país en un momento específico en el tiempo. Las condiciones subjetivas NO SON precisamente las reales: son las que un grupo pudiera creer existentes. Por ejemplo, nuestros líderes de la resistencia pudieran pensar que están dadas las condiciones para convocar a la sublevación, cuando, en realidad, no es así... en cuyo caso, el llamado a la sublevación podría fracasar.
CONDICIONES OBJETIVAS - Son las reales. Las existentes. Cuando la marcha del 11 de abril de 2002 en Venezuela, estaban dadas las condiciones objetivas para una sublevación. Lo mismo sucedió en la tarde del 27 de febrero de 2004, cuando se prendió “La Guarimba”.
Oigan bien: es un requerimiento imprescindible que estén dadas las “condiciones objetivas” (las verdaderas) para llamar al pueblo a la sublevación o para que el pueblo se subleve de manera espontánea. Habrá que esperar el momento adecuado y mientras tanto, nos vamos preparando con “tareas”, retando al régimen e ignorándolo en todos los sentidos, pero – sobre todo – divulgando, a través de las células de resistencia el mensaje de sublevación y las instrucciones de cómo sublevarnos de una manera adecuada y segura. No se puede PROGRAMAR una sublevación. Aquel líder que convoque la sublevación a distancia, es decir, dentro de un mes o más… que “planifique” la sublevación, es – seguramente – un traidor cuya misión es la de EVITAR la sublevación y fomentar la depresión colectiva. Lo mismo podemos decir de aquellos líderes que llamen al DESPLAZAMIENTO de la población. LO ÚNICO que están buscando son unos muertos, para “matar” también la opción de la verdadera y efectiva sublevación.
XV. ¿Y DESPUÉS QUÉ?
Una pregunta muy válida es qué sucederá en el país después del derrocamiento de la tiranía. ¿Quién tomará el control del país?
Esa es una pregunta imposible de responder. Puede que se monte un “gorila” con intenciones muchísimo más malsanas que las que tenía el tirano depuesto, lo cual sería difícil... pero no imposible. ¿Qué haríamos entonces? Lo mismo que hicimos para sacar al tirano anterior, sólo que esta vez se nos hará infinitamente más fácil porque ya sabremos cómo sublevarnos y el poder de la sublevación en manos de la sociedad civil.
Sin embargo, no se nos ocurre un sistema más funesto, cruel, aberrante y satánico que el Castro-Estalinismo, así que nada podría ser peor.
XVI. ¿CÓMO COMENZAR UNA CÉLULA DE RESISTENCIA?
La etapa más sencilla – Y LA MÁS IMPORTANTE – de toda sublevación cívica es la creación de UNA “célula de resistencia”: de la primera. He aquí cómo se logra paso por- paso:
PRIMERO – Debemos imprimir SEIS copias del “Manifiesto de La Liberación”, este manifiesto que estamos leyendo en estos momentos, que también puede ser bajado y copiado en la siguiente dirección cibernética:
http://www.mrr.name/manifiesto.pdf
SEGUNDO – Debemos invitar a nuestra casa a CINCO amigos, familiares o compañeros de trabajo que estén del lado de la Patria. Sería perfecto que estos individuos no se conocieran entre sí y que no trabaran amistad de ahí en adelante. No presenten a los invitados, ni divulguen sus nombres entre ellos… en el caso de que no se conozcan, claro.
TERCERO – En la reunión cada participante debe turnarse para leer un párrafo de este manifiesto, cuya copia habrá recibido al comienzo de la reunión. Si hubiese acceso a la Internet, sería bueno revisar nuestro sitio en la red.
http://www.mrr.name/celula.htm
CUARTO – Cada participante debe COMPROMETERSE a crear una célula de resistencia de la misma manera.
QUINTO – Debemos velar porque nuestros CINCO “núcleos” hayan cumplido la misión de crear una nueva “célula” cada uno.
SEXTO – Debemos estar pendientes de revisar constantemente nuestro sitio en la web, donde estaremos impartiendo información importante. ¡EN MENOS DE UN MES HABREMOS CONTACTADO A CASI 10 MILLONES DE HERMANOS!